Un Aplauso A Dios Que está Allá Arriba.

Mosa
Cuerpo

Robé tu frase maestro, la ocupé en la radio  creo que no te enojarias.  Le hice algunas adaptaciones  y cada comienzo de programa la pronuncie para provocar en el radio-escucha  momentos de humildad, que volteara al cielo para saber que solo somos una esencia  volátil en la tierra,  estamos solamente un poco por aquí. Como dijo el buen Nezahualcóyotl :

No para siempre en la Tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la Tierra:
sólo un poco aquí.

Después me regalaste un beso de esos grandotes con tu boca bicolor, los brindabas  cuando estabas   contentote. Aquella tarde me sorprendiste con esa tu muestra de amistad,  quedé perplejo entre que me limpiaba la mejilla y me escondía para que nadie observara mi ruborizada cara de sorpresa.

Los años pasaron,  te busque para una entrevista, cual entrevista – ni soy entrevistador -  fue un encuentro para volverte a atracar yo atento para  saber cuál palabra quitarte y  reusarlas.  Esta vez te vi llorar,  tus ojos de capulín se iban al infinito para atrapar  imágenes de tus vivencias, las jaloneabas de las patas hasta ponerlas en la mesa  y mostrarlas para bañarlas de perlas saladas para  luego  despertar en esa nuestra tarde,  te recomponías  saberte gran cantante a pesar de los pesares.

Me contaste que no fuiste el disciplinado Abraham, ni el increíble sobrino acompañante de Mccartney;  sin embargo fuiste  ser humano con el que pudimos caminar sobre cualquier  banqueta de la ciudad y comernos una sebosa guajolota.  También fuiste el hombre que abrió el alma y sacar  pedazos de tu vida que arañaban tu alma:  como aquel tu primer negocio que abriste con el sueldo de artista  o ese maldito encuentro con el monstruo de la droga, pero al final de la vida te encontraste con tu Dios y el camino se hizo luz.

Ahora recuerdo tu caminar,  te vi lento pero con la percha de los grandes,  como esos corceles que se quedan en las caballerizas para hacer continuar la vida. Saludabas a diestra y siniestra chanzeando y enseñando tu dentadura blanca,  el pelo hirsuto ya pintaba plata,  tu camisa holgada ya no lo era tanto, la atmósfera de  los setentas en tu espalda les afectaba la gravedad.

Nos invitabas un cigarrillo y abrías la cajetilla truqueada de marlboro, para cuando estiráramos la mano para sacar el cigarrillo,  lo que nuestros sentidos detectaban era la aparición de un falo de hule, que nos miraba como cícloperiéndose con su amo Jhony.

Dos horas en el diván y frente al micrófono  Johnny Laboriel me presentó a su amiga la fe y a su compañero el agradecimiento, ángeles de su compañía que siempre lo hicieron creer en ésta la vida;  su hermano mayor el canto nunca lo abandonó y juntos nos enseñaron el amor por la existencia, estamos aquí por algo y para algo.

“un aplauso a Chuchito que está allá arriba…”   

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