Mi Árbol Y Yo

Mosa
Cuerpo

La noticia cayó en mis oídos cuál jovenzuelo en su primera cita con la pasión; por fin la vida me hacía justicia, atrás  quedaron esos días de trabajo rudo: pintar casas; ir al depósito de fierro viejo para salvar alguna cháchara y venderla en Tepito; hacer limpieza en las propiedades de los García (harina de otro costal, ya les contaré). La buena nueva “Estás considerado para participar en el programa de televisión que realizará la naciente cadena de televisión por cable SKY” ¡Así de grandota la bomba y  explotó en mi cara! 

El cielo y los ejes viales del entonces Defeco, se abrieron ante mi paso: Nace una estrella: Mario el del barrio. Me faltaría  abordar la cinematografía, la literatura, escultura  y ya (¡)  el programa de tv al que me invitaron llevó por nombre “K Buena Telera” disculpen la falta de recursos creativos, el primer objetivo fue abrir la puerta y después  meterle al ceso.

En esta millonaria producción la televisión conoció el histrionismo de  Gabriel Escamilla y Antonio El “panda” Zambrano, jocosos locutores de la k buena 92.9,  hacían de la pantalla chica la continuación de su exitoso  programa matutino k buena está la mañana,  todo se titulaba con las letras  k, e. k buena telera, retrata la convivencia de tres amigos en  su barrio que platicaban asuntos de la vida cotidiana, es decir,  chisme caliente de los vecinos algo así como, la abuela de esa emisión concienzuda “…señorita Laura, que pase el desgraciado”

Sin embargo mi felicidad aumentaba hora tras hora; comentaba el productor güero de cara finita, cabello también güerito; loción de 20 salarios mínimos; ojos y dientes blancos sin amarillos de anemia ni cigarros, decía, ¡tengo exactamente lo que buscaba para el programa! Y mi éxtasis alcanzaba niveles testosterianos casi de embarramiento;  no sentía, solo en mi mente cruzaban limosinas y mis manos extendidas a  la juanada.

Junta de trabajo y repartición  de   personajes: “el burgués que se comió el micrófono”; “el prole de la cuadra” y “la asquerosa rata de coladera que emergía del drenaje de la colonia”. En el transcurso del programa los artistas invitados  fungían como jueces ante los casos de la vida choncha; videos de música regional mexicana,  participantes del auditorio y  tan tan.  De aquí en adelante imaginé mis  bolsillos llenos de televipesos, mi rubia, mi casa chica o grande y mi programa de tv;  lugar de estacionamiento en televisa San Ángel, ropa de marca y roce directo con las estrellas… ¡que transita por tus venas, a querer a amar que el mundo se va a acabar! 

No por ser el tercero de abordo, mi trabajo era menos importante (ajum, ajum) a la vuelta de la esquina me aguardaba mi realidad,  éste muñecote  de pastel no saldría a cuadro con su bella cara y pelo  poblano  (¡Qué!)  Si, el productor dueño de nuestras voluntades y  neuronas caspientas habló: ¡Usted (me señaló) será la asquerosa rata!, la que lleva y trae, el contraste al género humano; algo que provoque asco,   así de rápido se esfumó mi fama, la expectativa de  tv para mi rostro, se acabó.

El hambre me tira y el orgullo me levanta, así reza un viejo adagio popular, y efectivamente asumí mi posición: adios jalivood;  autógrafos, limusinas…después de todo ya estaba cerquita de Emilio,…pues gracias por salpicar.

Para un programa de una hora, a mi personaje le invertían cinco horas de trabajo. En mi cara pegaban una máscara de rata con vil pegamento, cada quince días asistía al departamento de imagen,  limpieza facial a fondo;  ahí me rozaba con la crema y el yogurt: Silvia Pinal, Gloria Trevi, Kate Del Castillo, Thalía, Rebeca Jones  entre otros.  Allí caían todos los barros, espinillas, costras y verruguillas de las personalidades y yo, juntito a  ellos.

Sin embargo mis traumas existenciales  me hicieron huraño,  no tenía  tema de conversación si es que se daba con algún despistado;  algunos al mirar a éste su servidor,   el de la piel de bronce  la raza que no se rindió  (jijiji) fruncían el ceño,  creo que me llegaron a mirar como una verdadera chusma en palacio real o serian mis resentimientos sociales, lo cierto es que cuando llegué a saludarlos, solo escuché que subían más el volumen de la voz

Después me canse de tanta fama (¡) y procuré no salir demasiado a los pasillos,  al llegar a la empresa  inmediatamente  a mi camerino  –¡así como lo lee, mi camerino!  la naquiza a todo lo que da- llegaba alrededor de las tres dela tarde acalorado y al momento de entrar al cuarto frio  casi siempre me daban ganas de orinar, debido al cambio de temperatura  y de verdad ya no quería trasladarme al baño ubicado  hasta la otra ala del edificio y pasar entre la gente,   cansado de pedir permiso; ver caras prepotentes de gente que veía en la tv, creo que un poco de soberbia en mí;  sin embargo mis riñones daban una orden:  orinarse ¡ya!  Pero sin  vivir el calvario en la hoguera de las vanidades.

Una tarde en “Mi Camerino”  mi…  mente elucubraba  de cómo  retener  el líquido urinario vespertino hasta esperar la salida y  buscaba una solución al problema… observé que en la esquina de mi aposento  estaba una maceta grande, como la mitad de una lavadora convencional de bote,   su planta tal vez arrayán o un velo de novia  flora resistente.   A partir de esa tarde, mi brete con el desagüe de las micciones dejaron de existir.

Planta y maceta fueron sometidas todas las tardes a un tratamiento de orino-terapia, hasta llegar el  día que la tierra no absorbía más líquido por su nivel de saturación. Al día siguiente la ingeniería hidráulica no se hizo esperar, lleve un buen palo y perforaba la tierra para  desaparecer  las aguas provenientes del rio mosa. 

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